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leyendas urbanas

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Mensaje por anika Miér 19 Mar 2014, 15:47

Bueno pues a seguir pasando un poquito de miedo reanudo mi hilo favorito jejejeje   leyendas urbanas - Página 19 152360  leyendas urbanas - Página 19 152360  leyendas urbanas - Página 19 152360 

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Mensaje por anika Miér 19 Mar 2014, 15:50



La Pulsera Negra

leyendas urbanas - Página 19 2v2uo7s

pulsera-negra-2

   Según cuenta la leyenda en algunos hospitales de Estados Unidos utilizan unas pulseras de color negro para marcar la hora a la que falleció una persona y cual fue el motivo de su muerte. Si ves a alguien con una de estas pulseras podrías estar junto a un fantasma…

Thomas era un joven médico que trabajaba de interno en un frío hospital de Dakota del Norte. Su vocación y sus ganas de salvar vidas eran el único motivo por el que no caía rendido de cansancio en unas interminables guardias que podían prolongarse hasta 36 horas y que le dejaban exhausto.

Aquella noche había sido especialmente dura, el servicio de urgencias no tuvo ni un respiro y Thomas había tenido que encargarse por primera vez de una paciente sin el respaldo de otro doctor. Luchó por la vida de la chica, que no debía tener más de 22 años, durante más de dos horas, pero desde que llegó se había considerado un caso perdido y en el hospital decidieron priorizar a otros pacientes que tenían más posibilidades de sobrevivir. Los daños que había sufrido la joven en ese accidente de tráfico múltiple eran tan graves, que incluso si Thomas hubiese conseguido obrar un milagro y la chica hubiese sobrevivido, las secuelas hubiesen sido tan graves que probablemente habría quedado en estado vegetativo.

Los médicos más experimentados del hospital habían acudido en la ayuda de los otros accidentados y decidieron “bautizar” a Thomas con un caso imposible para que un primer “fracaso” le hiciera comprender lo dura que es su profesión y no empezara a creérselo demasiado. Además priorizando a otros de los heridos habían conseguido salvar la vida de tres personas, en lo que había sido el peor accidente de tráfico que habían registrado las carreteras de la región en meses.

Thomas era consciente de que la chica probablemente nunca tuvo posibilidades de sobrevivir, pero aún así se sentía destrozado por dentro y tuvo que tragar saliva para contenerse las ganas de llorar cuando le puso una pulsera negra a la fallecida. La pulsera negra era un protocolo de su hospital que servía para marcar a un difunto y señalar la hora y causas de su muerte. Normalmente eran las enfermeras quienes se encargaban de rellenar los datos y ponerle la pulsera antes de mandar a un cadáver a la morgue. Pero Thomas pensó que haciéndolo él, el recuerdo de su primer “fracaso” le serviría para aprender y avanzar en la que puede llegar a ser una de las profesiones más duras. Memorizó cada una de las facciones de la chica y la cubrió con una sábana para que uno de los celadores se la llevara en una camilla por un interminable pasillo que conducía al depósito de cadáveres.

Al finalizar su turno, Thomas parecía un zombi, su cara demacrada por el cansancio y el fuerte impacto emocional de perder a su primer paciente le habían dejado destrozado. No era la primera vez que alguien se moría en una mesa de operaciones frente a él, pero esta era la primera vez que él era el doctor al mando y el “único responsable”. En su mente repasaba todos y cada uno de sus movimientos y trataba de buscar cual fue su error o si había algo más que pudiera haber hecho. Pero incluso él mismo, sabía que su proceder había sido impecable y que cuando a alguien le llega la hora es imposible luchar contra el destino.

Cabizbajo y caminando casi dormido entró en el ascensor. Se dirigía a la séptima planta donde tenía su ropa, lo único que quería era cambiarse e irse a dormir a la residencia que estaba a pocas calles del edificio del hospital. Eran las cuatro de la mañana y el hospital parecía vacío, tan absorto estaba en sus pensamientos que casi ni se dio cuenta de que había alguien dentro del ascensor cuando entró. Una mujer le saludó:

-Uff y yo que creía que tenía mala cara, ¿chico pero que te ha pasado?

Thomas se giró y vio a una mujer de unos cuarenta años que le sonreía, estaba casi tan pálida como él y aunque no tenía muchas ganas de conversar la contestó.

-Hoy ha sido un día muy duro, no se ni como estoy todavía de pie. Además he perdido a mi primer paciente – le dijo mientras ponía un gesto que denotaba que estaba a punto de echarse a llorar.

-Pues por la cara que pones estoy seguro que has hecho todo lo que podías, no seas tan duro contigo mismo.

-Muchas gracias, probablemente mañana pueda verlo de otra forma – dijo Thomas mientras se giraba a ver porque se había abierto la puerta del ascensor en una planta que ninguno de los dos había marcado.

Al mirar fuera vio la silueta de una joven en mitad del pasillo, al terminar de abrirse la puerta del ascensor comenzó a girarse lentamente hacia ellos. Thomas al ver la cara de la chica dio un salto hacia atrás y pegó la espalda a la pared del ascensor mientras señalaba a la chica que había fuera y trataba de decir algo sin conseguir articular palabra. De repente pareció recuperar el control de su cuerpo y se abalanzó hacia el panel del ascensor presionando repetidamente el botón que cerraba las puertas. La mujer que había en el interior del ascensor se quedó mirándole perpleja cuando la puerta se cerró cuando faltaba menos de un metro para que la joven que había fuera entrara en el ascensor.

-E… e… esa chica – dijo tartamudeando del susto – yo mismo la vi morir, no pude hacer nada para salvarla y le puse esa pulsera negra.

La mujer que se había mantenido pegada a la pared sonrió y mientras levantaba el brazo le preguntó:

- ¿Una pulsera cómo esta?

Thomas se giró a mirarla y vió como en su muñeca había una pulsera de color negro, idéntica a las que usan en el hospital. El joven médico se desmayó del susto y en su caída agarró fugazmente el brazo que le mostraba la mujer con la que había compartido la charla en el ascensor.

Minutos después encontraron a Thomas aún desfallecido en el suelo del ascensor. Todos atribuyeron su desmayo al cansancio. Pero él sabía que lo que había pasado era real, en su mano tenía una pulsera negra que había arrancado sin querer del brazo de la mujer que había en el ascensor mientras caía desmayado. Al revisar la pulsera pudo comprobar que la mujer había fallecido dos años antes en un accidente de tráfico muy similar al de la chica que quiso salvar.

Tags: accidentes, ascensores, hospitales, médicos

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Mensaje por anika Mar 08 Abr 2014, 16:36

La Madre Descuidada

leyendas urbanas - Página 19 2608rie

la_madre

   Una de las leyendas urbanas más espeluznantes que circulan desde hace años es la de una madre que accidentalmente acaba con la vida de sus tres hijos en el mismo día. Una leyenda no apta para corazones sensibles…

Natalia era una madre feliz, trataba a sus tres pequeños con gran ternura y comprensión aunque más de una vez la pudieran sacar de sus casillas. Los dos primeros de sus retoños vinieron casi seguidos 6 y 7 años y la tercera, una preciosa niñita de siete meses, que aunque inesperada, fue recibida con el mayor cariño y amor que una familia le puede entregar.

El único “pero” que le podía poner Natalia a su abundante familia era que su marido casi no pisaba su casa. Su aburrido trabajo como contable les daba una cómoda posición social pero le mantenía ocupado todo el día, e incluso cuando estaba en casa siempre estaba rodeado de papeles del trabajo. Por lo que Natalia tenía que ocuparse de sus hijos sin ninguna ayuda y en algunos momentos eso podía ser extenuante.

La noche anterior al fatídico día la más pequeñita de la casa había decidido celebrar un concierto nocturno y Natalia casi no pudo pegar ojo. Agotada y casi arrastrándose llegó a la cama a las cuatro de la mañana tras dejar a la niña en la cuna.

Cuando se empezó a quedar dormida escuchó el grito de su segundo hijo en la habitación contigua, de un salto se levantó y fue corriendo a la habitación que compartían sus dos hijos mayores y se encontró a Mario (el mediano en edad) visiblemente asustado y llorando sobre su cama. Parece que había tenido una pesadilla y del susto se había hecho pis encima, algo que por desgracia se había vuelto muy habitual desde que nació sus hermanita. El niño se había convertido en un príncipe destronado y su comportamiento dejaba mucho que desear y era capaz de cualquier cosa con tal de llamar la atención. Natalia agotada y sin pensarlo mucho, comenzó a regañar a Mario delante de su hermano Julián.

- ¡Como te vuelvas a hacer pis en la cama te voy a cortar el pipi!, ¡Ni siquiera tu hermanita me da tanto trabajo como tú!

El niño lloraba desconsoladamente mientras su madre cambiaba las sábanas y le daba la vuelta al colchón. Casi sin darse cuenta eran ya las cinco de la mañana y Natalia aún no había podido pegar ojo. El biberón de las seis de la mañana y preparar el desayuno a su marido e hijos hizo el resto. No pudo dormir en toda la noche.

Lo peor de todo es que los niños pasarían todo el día en casa, ya que estaban de puente. Una festividad que parece que no respetaban en la empresa de su marido, él cual fue a trabajar como cualquier otro día dejándola al cuidado de los pequeños durante todo el dia.

A media tarde y aprovechando que Mario, agotado por la noche anterior, se había quedado dormido en su habitación. Comenzó a bañar a la pequeña Clara. Era el momento ideal pues Mario estaba insufrible y si no le vigilaba a cada paso era capaz de incendiar la casa con tal de llamar la atención. Esa pequeña siesta le daría un respiro y la permitiría bañar al bebé un poco antes del horario habitual. Con un poco de suerte hoy podría mandarlos a dormir un poco antes y descansar.

Cuando ya sólo le quedaba lavar la cabecita a la pequeña Clara un grito desgarrador se escuchó en el pasillo. Era sin duda Mario que seguro que había vuelto a hacer otra de las suyas. Gritando y sin soltar a Clara preguntó:

- ¡¿Qué pasa?! ¡¿Mario estás bien?! ¡Julián! ¡¿Qué le pasa a tu hermano?!

Estaba a punto de envolver en una toalla a la bebé, que aún continuaba enjabonada en la bañera cuando Julián entró por la puerta y lo que vio la dejó sin habla.

- Mamá, Mario se ha vuelto a hacer pis en la cama así que le he cortado el pipi como dijiste.

El mayor de sus hijos tenía el pene ensangrentado de su hermano en una mano y unas tijeras manchadas de sangre en la otra.

Natalia pálida por lo que acababa de suceder se levantó de un salto olvidándose que estaba bañando a la pequeña y salió corriendo hacia Julián que, al ver la furia de su madre en los ojos, escapó a toda velocidad buscando un sitio para esconderse.

Aturdida, conmocionada y agotada por la noche en vela Natalia no sabía como actuar cuando llegó a la habitación de los niños y vio a Mario sobre la cama desangrándose. Tras abrazar fuertemente a Mario le cargó en brazos y bajó las escaleras camino al coche, su única opción era llevarle al hospital inmediatamente. Cada grito de dolor del niño bajaba en intensidad, la pérdida de sangre le estaba debilitando y sabía que tenía pocos minutos antes de que muriera desangrado.

Arrancó el coche y pegó un acelerón saliendo el vehículo impulsado como si diera un salto al pisar un fuerte bache y sonó una fuerte explosión. El salto pareció sacar a Natalia de su estado de shock y de repente recordó que la pequeña Clara seguía aún dentro de la bañera. En ese momento se dió cuenta de la mortal imprudencia que acababa de cometer y bajó del coche sin mirar atrás para buscar a su hija.

Por desgracia cuando llegó era demasiado tarde, la bebita de apenas siete meses no tenía la fuerza suficiente para aguantar tanto tiempo sentada sin perder el equilibrio y yacía inerte boca abajo en el agua. Los intentos de reanimar a la niña fueron inútiles y Natalia, gritando desesperada, bajó nuevamente las escaleras de su casa con su bebé en brazos camino del vehículo que la llevaría al hospital.

Pero aún le quedaba una última y macabra sorpresa, al acercarse al vehículo todo terreno que conducía, se dió cuenta de que había un brutal charco de sangre en el suelo, al principio pensó que sería la sangre de Mario, pero al acercarse pudo constatar que bajo el coche estaba el cuerpo inerte de Julián, que al parecer se había escondido bajo el todoterreno para evitar que su madre le pegase. Con tan mala fortuna que al arrancar ésta a toda velocidad una de las ruedas le aplastó el cráneo, reventándolo y desparramando sus sesos por todo el suelo y causando la terrible explosión que Natalia había escuchado un par de minutos antes.

Natalia cayó al sueño de rodillas, su cara no reflejaba ninguna expresión. Solamente se mantuvo en esa posición durante unos minutos hasta que sin mediar palabra se levantó, abrió la puerta de su coche y cargó nuevamente el cuerpo ya inerte de Mario junto al de su hermanita. Entró nuevamente en su casa.

Un minuto después bajó de nuevo, cargó el cadáver de Julián y volvió a entrar en la casa cerrando la puerta tras de si.

Por la noche, cuando el marido de Natalia llegó a su casa que estaba a quince minutos de la ciudad, se encontró el todoterreno con la puerta abierta y a medio camino del garaje, lo que le impedía aparcar su vehículo. Se acercó al coche de su mujer y se manchó el zapato con lo que parecía una viscosa mancha de aceite, cerró su puerta y se dirigió a casa en la que todas las luces estaban apagadas.

Al entrar gritó:

- ¡Natalia! ¿Dónde estáis? ¿Por qué tienes el coche en mitad del garaje?

Al dar la luz se dio cuenta de que había un reguero de sangre seca en el suelo que subía las escaleras y dirigía a la planta superior. Asustado corrió tanto como pudo para quedar totalmente impactado cuando al entrar en el baño.

Sus tres hijos flotaban sobre el cadáver de su madre que los había reunido en la bañera justo antes de cortarse las venas.

Causar la muerte de sus tres hijos fue mucho más de lo que pudo soportar.

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Mensaje por anika Miér 24 Sep 2014, 16:39


Nunca Ayudes a un Desconocido

leyendas urbanas - Página 19 Neeyi1

nunca_ayudes

¿Es aconsejable ayudar a alguien que necesita nuestra ayuda? Nuestro instinto nos dice que debemos ayudarnos los unos a los otros. Pero a veces sin saberlo nos podemos poner en peligro o caer en una trampa…

La Segunda Guerra Mundial había acabado, pero el daño que habían causado los alemanes durante la ocupación y sobre todo durante su repliegue tras perder la Batalla de Normandía había dejado al pueblo francés en la más absoluta miseria. Con muchos de sus cultivos incendiados y sin casi ganadería, comer se había convertido en un privilegio al que sólo unos pocos podían aspirar.

En medio de este caos acceder a un trozo de carne o un huevo era casi imposible y sólo en el mercado negro se podía conseguir un alimento fresco que llevarse a la boca. Por supuesto sus desmesurados precios eran controlados por un grupo de gente sin escrúpulos que eran capaces de ver morir de hambre a sus compatriotas con tal de aumentar su fortuna. No es por eso extraño que se pagaran relojes de oro, joyas heredadas generación tras generación u obras de arte por un simple mendrugo de pan.

Monique, la protagonista de esta historia, no era ajena a la situación. Durante la ocupación se había visto obligada a “ofrecer” sus encantos femeninos a los soldados alemanes para poder comer. Por este motivo entre una multitud de gente casi famélica, por un hambre prolongada durante meses (si no años), Monique destacaba por su lozanía y por tener algún kilito de mas, algo totalmente inusual y que la hacía verse más atractiva que la mayoría de las mujeres de su edad. Monique sabía que esa era su mejor arma para seguir consiguiendo comida, pero la situación se había vuelto tan tensa que ya nadie parecía requerir sus “servicios”, preferían comer, que su compañía.

Un poco angustiada por el hambre, que por primera vez empezaba a sufrir desde que comenzó el conflicto, recorría el mercado buscando alguien a quien poder “convencer” para que le diera una pieza de fruta o un trozo de pan. Algo de carne era algo impensable ya que el único puesto que aún la despachaba tenía unos precios prohibitivos y sus distribuidores parecían inmunes a sus encantos. Mientras miraba con la boca hecha agua como fileteaban un trozo de carne para un señor que había ofrecido como pago un collar de oro un viejecito cayó casi a sus pies.

La turba de gente que se agolpaba junto al puesto de carne había empujado al anciano, quien había recibido un fuerte golpe en la cadera y parecía no poder levantarse. Tal vez la moral de Monique no fuera la más adecuada, pero sin duda la chica tenía un gran corazón y como un resorte se agachó a ayudar al señor para ayudarle a levantarse.

El viejecito aún dolorido le pidió que le ayudara a salir de allí y le guiara hasta unas escaleras que habían cerca para poder sentarse un rato.

- Muchas gracias por tu ayuda jovencita, parece que el hambre le hace olvidar a la gente el respeto por sus mayores.

- Esto es un verdadero caos – dijo Monique – no debería acercarse a ese maldito puesto de carne, las personas se vuelven como animales cuando empiezan las pujas.

- Pero si no me hubiera acercado ahora no tendría esto – dijo el anciano mostrando un paquete con aproximadamente un kilo de carne.

Los ojos de Monique se abrieron como platos, no había visto la carne tan cerca en semanas.

- ¿Cómo te llamas jovencita? – dijo el señor que esbozaba una maliciosa sonrisa mientras Monique tenía los ojos clavados en la comida.

- Monique – dijo sin apartar su mirada de la carne.

- Hagamos un trato Monique – dijo el viejo que sabía que la chica había picado su anzuelo- Si me ayudas a llevar este trozo de carne a mis hijos que viven cerca de aquí, te prometo un filete para ti sola. Al fin y al cabo un favor se paga con otro y yo casi no puedo caminar con el dolor que tengo en la cadera.

Monique que no podía salir de su asombro por tan gentil oferta sólo acertó a asentir con la cabeza mientras miraba al anciano. Este le extendió el paquete y le pidió que esperara un momento mientras escribía en un papel que metió dentro de un sobre que posteriormente cerró.

- Ya de paso aprovecho para que le entregues esta carta a mi hijo Matías – dijo el viejo quitándole importancia – si no, no se va a creer que te he prometido un trozo de carne por el encargo jeje.

Tras despedirse del señor, que aún se sujetaba la cadera con la mano en un claro síntoma de dolor, Monique se dirigió hacia la dirección indicada. Quedaba al otro lado de la plaza, cruzando el mercado, pero algo le perturbó cuando había avanzado sólo unos metros. Uno de los vendedores en el puesto de carne parecía esbozarle una sonrisa, pero no una de esas que le regalaban los hombres para ganarse sus favores, había algo perverso o malicioso en ella. Bajó la cabeza un poco asustada y como si su instinto femenino le avisara sintió que algo raro estaba pasando. Se giró para mirar al anciano pero allí ya no había nadie ¿cómo podía haberse ido tan rápido y escasos segundo antes no podía ni levantarse?.

Continuó su camino hacía la dirección marcada pero había algo en su interior que le decía que tuviera cuidado, una especie de intuición o sexto sentido que le pedía que saliera corriendo y nunca entregara esa carne. Pero como ya habíamos dicho, Monique era una chica honesta que se veía incapaz de robarle a un anciano y a pesar de su miedo, prosiguió con su encargo.

Pero algo la detuvo una vez que llegó al lugar marcado, la dirección exacta estaba en un oscuro y recóndito callejón que quedaba oculto de la mirada indiscreta de todo el que paseara por la calle principal. Ligeramente asustada por la idea de que el viejo hubiese ideado un plan para violarla. Decidió que lo mejor era no arriesgarse, así que ofreció una moneda de pequeño valor a un muchacho de la calle para que terminara el encargo.

Le esperaba en la esquina mientras observaba como el chiquillo llamaba a una sucia puerta de madera en la que se abrió una mirilla por la cual un hombre se asomó para ver quien había llamado y comprobar que no hubiera nadie más con él.

- ¿Es usted Matías? – dijo el chico- su padre le envía esta carta y este paquete de carne.

El hombre no le hizo esperar, abrió la puerta con la intención de recibir el paquete. Pero para sorpresa de Monique, que observaba todo desde la distancia, no agarró el paquete de carne, si no que sujetó fuertemente la muñeca del muchacho y de un tirón lo metió dentro de la casa cerrando la puerta con fuerza. Se comenzaron a escuchar gritos que fueron acallados en pocos segundos…

El bullicio ensordecedor de la plaza había silenciado al pequeño. Pero Monique había sido testigo de todo, así que gritando se dirigió a un par de militares que sabía que siempre vigilaban que todo estuviera en orden cuando el mercado se abría.

- ¡Por favor ayuda, acaban de secuestrar a un niño! – dijo Monique mientras tiraba del brazo de uno de los soldados guiándole hacia el lugar.

En menos de un minuto los militares se encontraban golpeando la puerta del lugar en el que había desaparecido el niño. Un fuerte alboroto se escuchó en el interior del edificio, un par de hombres vociferaban y golpeaban la puerta desde el interior, parecía que estaban colocando muebles y otros objetos pesados para evitar que se abriera con las patadas de los soldados. De repente el ruido cesó y segundos después, por una de las ventanas que habían en el tejado apareció un hombre que velozmente saltó al edificio cercano y desapareció de la vista de Monique, quien gritando avisaba a los militares que estaban escapando por arriba. Un segundo hombre salió y los soldados advertidos por Monique le dispararon, uno de los disparos le acertó en pleno corazón y cayó rodando por el tejado hasta el vacío, golpeando el suelo con un golpe atronador a unos metros de Monique.

Tras un par de minutos, los militares se cercioraron de que nadie mas saliera por la ventana y regresaron a la puerta, que empezaron a golpear con más insistencia hasta que consiguieron abrirla lo suficiente para apartar los muebles con los que los delincuentes habían formado una barricada temporal que impedía acceder al edificio.

Cuando consiguieron entrar se quedaron estupefactos, uno de ellos tuvo que salir inmediatamente mientras vomitaba, su estómago no pudo soportar el presenciar tan macabro espectáculo.

De un gancho colgaba el niño boca abajo con la garganta degollada, un cubo debajo recogía toda la sangre. A escasos metros había una mesa que parecía usarse para separar la carne del hueso y donde se podían ver restos humanos como pies, manos y una cabeza. Junto a unos cuchillos ensangrentados habían varios montones de carne humana que ya estaba lista para ser empaquetada.

Mientras, Monique, ajena al matadero humano que habían visto los militares se acercó al hombre abatido por los disparos, al mirarle más de cerca le reconoció como uno de los hombre que despachaban carne en el mercado. Pero lo que más le llamó la atención fue que de uno de sus bolsillos asomaba el sobre que le había entregado el anciano. La mujer se agachó y tras recogerlo decidió abrirlo, en su interior encontró escrito lo siguiente:

“Esta es la última que os envío hoy, las ventas van mejor que nunca”

Por supuesto cuando los soldados fueron al puesto de carne ya no quedaba nadie allí, seguramente el hombre huido había conseguido avisarles.

NOTA: Son muy comunes las leyendas urbanas que nos alertan de ayudar al prójimo y mucho más cuando se trata de alguien desvalido como un niño o un anciano que parece salir de ninguna parte y nos guían a algún lugar desolado. Aún a día de hoy es habitual escuchar que a una amiga de un amigo la violaron por ayudar a un niño perdido que acabó llevándola a un callejón o una mujer pidiendo socorro que acabó robando a la persona que la auxiliaba. ¿Realidad o leyenda? Sin lugar a duda me aventuraría a decir que en más de una ocasión se hizo realidad.
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Mensaje por Nefertari Lun 29 Sep 2014, 14:32

uffffffffff madre mia,madre mia como me dejo la historia de esa madre ,tremenda,erizados los pelos de imaginas a la pobre desesperada por como habian ido sucediendo los acontecimientos ,me impacto muchisimo que dolor inimaginable leyendas urbanas - Página 19 80331 leyendas urbanas - Página 19 80331
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Mensaje por anika Lun 29 Sep 2014, 18:40

bueno pues aqui te dejo otra escalofriante leyenda

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Mensaje por anika Lun 29 Sep 2014, 18:45



leyendas urbanas - Página 19 Zlsmc8

futakuchi-onna

   Las Futakuchi-Onna son mujeres que han sido castigadas por los espíritus con una segunda boca cerca de su nuca. Boca que normalmente queda oculta bajo sus cabellos pero que les murmura y las obliga a traerla comida…

La Futakuchi-Onna pertenece a la familia de los yokai (un tipo de monstruos mitológicos) y tiene el aspecto de una mujer que, por debajo de sus cabellos y algo más arriba de la nuca, tiene una segunda boca completamente funcional (con labios, dientes y lengua). Normalmente es idéntica a su primera boca según la creencia general, aunque otras veces se muestra con un aspecto mucho más escalofriante y grotesco, dientes afilados y un tamaño desproporcionado. Esta segunda boca tiene vida propia, pues al parecer está animada por un espíritu vengativo, que la impulsa a atormentar a su dueña, gritando o chillando si esta no la alimenta directamente o se acerca a los alimentos y no le ofrece, ya que el poder de esta maldita boca secundaria le da la facultad de manipular los cabellos de la mujer para usarlos como tentáculos que usa hábilmente para  proporcionarse comida. Según la leyenda, la boca está allí como una forma de castigo a la mujer que lo sufre, normalmente por no comer suficiente o comportarse de forma egoísta con la comida.

Al igual que otros seres mitológicos de aspecto humano, la Futakuchi-Onna suele pasar desapercibida por aquellos con quienes convive y, por lo general, es descubierta después de que una o más personas se percatan de que los alimentos están desapareciendo misteriosamente en proporciones alarmantes, ya que la segunda boca de la Futakuchi-Onna come el doble de lo que come su anfitriona (la mujer en la cual está, a modo de condena…).

Como ya se dio a entender, y es esto lo que resulta más aterrador en la leyenda, la segunda boca de la Futakuchi-Onna tiene conciencia propia y piensa o, para ser más precisos, piensa el espíritu rencoroso y castigador que la controla… Por esto, esta boca viviente no solo puede gritar, chillar y manipular los cabellos de la mujer, sino que además es capaz de obligarla a cometer casi cualquier tipo de acción, incluso un crimen, y la torturara psicológicamente si se niega, murmurando constantemente y avivando el sentimiento de culpa en la mujer, achacándole la falta moral que la llevó a tener una segunda boca y convertirse en un monstruo…

.
La historia del avaro:

Esta historia, pasada de generación en generación como una viva advertencia de los castigos sobrenaturales que puede recibir la tacañería, cuenta que, hace mucho tiempo, vivía en un pueblo un artesano muy trabajador, que estaba aún en edad de tener mujer e hijos, y gozaba de cierta holgura económica porque había renunciado a casarse, no porque fuera muy religioso o porque no le gustaran las mujeres, sino porque le producía una profunda aversión la idea de tener que mantener a una mujer, de tener que pagar una boca más… Su dinero era su dinero, era el dinero que conseguía con su esfuerzo, y no quería compartirlo con nadie, pues deseaba poder disfrutarlo él solo, comprándose buena ropa y cosas que, de tener una boca que mantener, seguramente no podría gozar.

No obstante, todo cambió cuando, cierto día, en el pueblo apareció una nueva habitante, que vino sola, sin esposo, padres, hijos, o tipo alguno de compañía. Esta mujer tenía la piel tersa, blanca como la nieve, los cabellos largos y sedosos, y el rostro inundado por una belleza digna de ser retratada por la mano de un hábil pintor. Apenas la vio, el artesano quedó embelesado; sin embargo, lo que realmente le hizo desearla con intensidad y quererla para sí, fue el enterarse, tras un par de días, que la mujer comía sumamente poco, tan poco que, tenerla en casa, acarrearía un gasto económico insignificante en comparación con todo lo bueno que podría obtener con su compañía. Así, el artesano empezó cortejarla hasta que finalmente la convenció para casarse y la llevó a vivir con él.

Inicialmente todo fue alegría, pues la mujer era una compañera agradable y entretenida, y además el artesano veía con gran complacencia que, efectivamente, eran muy ciertos los rumores sobre lo poco que comía. No obstante, el tiempo pasó y el hombre se percató de que sus reservas de alimentos estaban disminuyendo de manera misteriosa, y en cantidad tal que era como si, además de él y la mujer, viviesen dos personas más en la casa, aunque sabía que no habían entrado a robarle porque, justamente por lo aferrado que era a sus posesiones, cuidaba muy bien que nadie entrara a su hogar. Entonces: ¿acaso su esposa se estaba comiendo la reserva cuando él no la veía, cuando dormía o no estaba?… Eso le resultaba un poco difícil de creer porque ella seguía siendo tan delgada como cuando la conoció, y ya debería estar como un luchador de sumo si comiese tanto; sin embargo, se decidió a espiarla para disipar sospechas, de modo que, cierta mañana, fingió ir al trabajo y se quedó escondido en casa…

Lo que vio lo dejó sin palabras, lo horrorizó, y habría gritado si no fuese porque temió perder su vida. Y es que allí, en la cama donde durmió tantas noches con aquella mujer de piel blanca como el marfil, yacía una cosa horrenda, inimaginable, que él no alcanzaba a entender cómo no pudo sentir con sus manos al acariciarle la cabeza a su esposa… Era una boca, con lengua, dientes y labios, una boca viviente que su mujer tenía en la parte de atrás de la cabeza, por encima de la nuca. Esta boca murmuraba cosas que él no alcanzaba a oír, pero creyó que eran acusaciones porque su mujer lloraba con cara de remordimiento, mientras la boca controlaba los cabellos de ella como si fuesen tentáculos, hasta que la mujer se levantó y se acercó a un plato de arroz, y entonces la boca viviente usó los cabellos para agarrar una cuchara y engullir con voracidad la comida…

Fue lo más espantoso que jamás vio en toda su existencia, y unos días después pensó en divorciarse de su esposa, pero la segunda boca intuyó el plan y lo sorprendió en la bañera, llevándoselo a las montañas para matarlo, aunque allí él consiguió escapar y se escondió entre las hierbas y el agua verdosa de un pantano, donde permaneció hasta que su endemoniada mujer desistió y se marchó. Esta es la versión más conocida del final: en la otra, la mujer lo encuentra y lo asesina, devorándole el rostro lentamente con su boca secundaria…

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¿Por qué se transforman en un Futakuchi-Onna?

Existen cuatro versiones sobre la procedencia de la segunda boca que caracteriza a estos monstruos, cada una podría considerarse una leyenda independiente aunque todas tienen puntos en común.

La mujer que no come: En la actualidad se le llama “anorexia”, pero siempre hubo mujeres que se privaban de comer pudiendo hacerlo para mantener la línea: así, cuando enfermaban gravemente, a veces eran castigadas por  las fuerzas que gobiernan el mundo sobrenatural, y el castigo era la aparición de una boca viviente que las obligaba a comer…

La mujer que no alimenta a los hijastros: Cuentan que, cuando una madrastra no alimenta a sus hijastros y sólo da de comer a su propia descendencia, es gravemente castigada si esa conducta causa, directa o indirectamente (haciéndolo más proclive a enfermarse y no recuperarse de las enfermedades), la muerte de un hijastro o una hijastra. Entonces le cae una terrible maldición, en la que el espíritu del difunto hijastro o hijastra entra en ella, en su cabeza, donde la atormenta murmurando cosas, y haciéndole crecer una segunda boca que comerá mucho más de lo que le fue negado en vida. Esta creencia se relaciona con una conmovedora historia, en la que una madrastra malvada tenía una hija y una hijastra. A la hija la trataba bien, y le daba de comer en abundancia, en detrimento de la relegada hijastra a la que apenas daba lo suficiente para evitarle la muerte; sin embargo, esto fue mermando la salud de la criatura, que se enfermaba constantemente y un día falleció… Después, pasados unos 49 días (el tiempo máximo en que el alma está en el más allá antes de reencarnar, según el budismo), la madrastra empezó a sentir terribles dolores en la parte posterior de su cabeza: sentía que se le estaba abriendo el hueso, que algo le estaba creciendo, y a veces le parecía escuchar la voz de la hijastra en su cabeza, hasta que un día se despertó y tenía una boca en la parte que le causaba los dolores… Esta boca hablaba con la voz de la hijastra, pues estaba animada por su espíritu que, sediento de venganza, le exigía los alimentos que en vida no le dio, pero en mucha mayor cantidad…

La madre egoísta: Parecida a la versión anterior, una creencia dice que la maldición de la boca viviente también cae sobre todas las madres que, bien por tacañería, por glotonería o ambas cosas, se alimentan bien sólo ellas y a sus hijos no dan casi nada de comer, haciendo que se enfermen y mueran. A ellas, les viene la condena de que, el espíritu del hijo difunto, les atormentará bajo la forma de una boca viviente en la parte posterior de la cabeza…

La esposa del leñador: Esta versión no se generaliza y se relaciona con una historia particular, en la que un leñador estaba un día cortando un árbol, cuando de pronto su esposa se acercó y él, sin querer, le dio un hachazo un poco por arriba de la nuca… Esto no mató a la mujer, pero la herida nunca sanó, y una boca viviente creció en su lugar…

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Mensaje por anika Mar 20 Ene 2015, 18:36



El Túnel de los Gritos
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El Tunel de los Gritos (Screaming Tunnel) es un escalofriante lugar en el que se asegura que habita el espíritu sin descanso de una niña que fue quemada en el interior de sus paredes. Si enciendes una cerilla en su interior…

Cerca de las Cataratas del Niagara hay un pequeño túnel que tiempo atrás servía como paso peatonal entre las granjas que había en la zona. Es un estrecho y oscuro paso bajo la vía del tren que une Toronto y Nueva York, en el que habitualmente la niebla impide ver más allá de tu propia mano. En este túnel ocurrió un escalofriante crimen que dejó maldito el lugar y son cientos las personas que aseguran haber sentido una presencia cuando lo han atravesado. Esta es su leyenda…

Hace más de un siglo había algunas casas cerca de los alrededores del túnel. En una de ellas había una familia rota por el alcoholismo del padre, un hombre violento que descargaba toda la furia que sentía por su miserable vida golpeando a su mujer y su única hija cada vez que se emborrachaba. La mujer trataba de soportar las palizas y evitar que golpeara a su hija, poniéndose como escudo y diciéndose a si misma que su marido volvería a ser quien fue cuando se conocieron. Pero la situación no mejoraba y, temiendo por la vida de su pequeña, se armó de valor y decidió pedirle el divorcio.

El hombre al escuchar a su mujer que abandonaba la casa con la niña, se enfureció tanto que la amenazó con prenderle fuego a toda la casa con ellas dentro si trataban de salir de allí.La mujer al ver como el hombre agitaba una lámpara de aceite y la acercaba peligrosamente a las cortinas, decidió plantarle cara por primera vez en su vida y le comenzó a empujar mientras le gritaba fuertemente.

La reacción del hombre no se hizo esperar, lanzó la lámpara contra uno de los muebles, que de inmediato comenzó a consumirse, llegando las llamas hasta el techo de madera en cuestión de segundos. Se giró hacia su esposa y la derribó de un puñetazo, pero no contento con ello la continuó golpeando y pateando aunque ella estaba inconsciente en el suelo. La niña, al ver la escena, escapó presa del pánico, corriendo tan rápido como podía con la intención de llegar hasta la casa de sus vecinos que se encontraban al otro lado del túnel. Mientras corría, sólo se giró un segundo para ver como toda la casa comenzaba a arder mientras su madre aún estaba dentro y su padre salía con paso lento pero seguro con una lámpara de aceite apagada en la mano.

Pero su huida no tuvo éxito; ya que, cuando se encontraba a mitad del oscuro túnel, la niebla le impidió ver una piedra, con la que tropezó y cayó de bruces en el encharcado y frío suelo. Sentía un gran dolor en su tobillo y, por más que trataba de levantarse, el dolor la vencía y caía nuevamente. Ese lapso de tiempo fue aprovechado por su padre para alcanzarla.

La niña quedó paralizada por el miedo cuando observó como su enloquecido padre se acercó a ella y vertió lentamente todo el aceite sobre su diminuto cuerpecito. Entonces sólo un sonido más se escuchó en el túnel: el de una cerilla encendiéndose justo antes de que el padre la arrojara sobre la niña y la prendiera en llamas.

Los gritos de dolor de la niña fueron tan desgarradores que quedaron impresos por la eternidad entre las paredes de este túnel, que desde entonces se llama localmente “El Túnel de los Gritos” (Screaming Tunnel en inglés). El destino del padre nunca quedó claro, unos afirman que regresó a la casa ardiendo y entró nuevamente para arder en las mismas llamas que él había provocado, otros que desapareció y nunca fue detenido.

Lo que sí que es cierto, es que son pocos los valientes que se atreven a acercarse al Túnel de los Gritos de noche, pues cualquiera que entra puede sentir que hay algo negativo en su interior y una presencia les vigila. Se dice además que, si enciendes una cerilla en la mitad del túnel (el lugar donde ardió la niña), se puede escuchar un grito desgarrador y sentirás como una brisa apagará inmediatamente la llama, como si alguien hubiese soplado para que regrese la oscuridad a sus paredes…

NOTA: Esta es una versión de una de las leyendas más famosas de Estados Unidos y Cánada, existen dos variantes más. En una de ellas la niña, escapando del incendio, corrió con sus ropas en llamas hasta el túnel donde finalmente se consumió en el fuego gritando y retorciéndose de dolor. En la otra la niña fue violada en el interior del paso subterráneo y, para evitar que pudiera declarar en contra de sus violadores, éstos la prendieron fuego.

Lo cierto es que en ese lugar hay algo negativo y tenebroso ya que incluso los más escépticos afirman sentir algo vigilándolos mientras cruzan entre sus paredes bajo las vías del tren. Hoy por hoy se ha convertido en uno de los destinos turísticos obligados cuando uno va a visitar las Cataratas del Niagara, ya que su fama se catapultó aún más cuando el túnel se usó como escenario para la película “La Zona Muerta” (1983), basada en un relato de Stephen King.
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Mensaje por anika Lun 30 Mar 2015, 10:58

La Pascualita

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pascualita

   La Pascualita es el maniquí más famoso de México ya que son cientos los testimonios de personas que aseguran que la han visto mover los ojos, llorar, sonreír e incluso salir del escaparate en noches solitarias…

La Pascualita o “La Chonita” es una de las leyendas más conocidas de todo México. Es una leyenda que perdura en la actualidad, probablemente debido a que, a diferencia de tantas leyendas, tiene la magia de que el ser legendario esté a la vista de todos. Así, no hay quien pueda decir que el maniquí de La Pascualita no existe. Simplemente La Pascualita sigue allí detrás de su vitrina, con todo un cúmulo de testimonios que afirman la presencia de cierta vida sobrenatural en ella.

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mano_pascualitaLa historia del maniquí

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Se sabe que el maniquí de la Pascualita apareció en un aparador de La Popular (un local chihuahuense de vestidos de novia) el 25 de marzo de 1930. La versión más común dice que la dueña del negocio, Pascualita Esparza Perales de Pérez, la mandó a traer de Francia. Otra versión también dice que el maniquí fue traído de Francia (de París exactamente), pero que la Sra. Esparza lo adquirió en México DF, dentro de una prestigiosa tienda conocida como “El Puerto de Liverpool”, de la cual ella solía traer telas, azahares, ramos y otros productos que revendía en su local. Al principio no le quisieron vender la hermosa figura de cera; pero, ella estaba tan prendada del maniquí, que amenazó con dejar de comprar sus suministros en la tienda si no se lo vendían, por lo que accedieron y así la Sra. Esparza lo llevó a su local. Sea cual sea la verdad, se cree que la Sra. Esparza compró el maniquí porque, además de ser sumamente bello y de aspecto realista, se parecía bastante a su hermana (encargada de confeccionar los vestidos que exponía en el escaparate de su local) e incluso a ella misma.

Según se cuenta, desde el primer día en que la novia de cera estuvo en la La Popular, todos se detenían a mirarla y, aunque la dueña le dio el nombre de “Chonita” por su aparición en el día de La Encarnación, el vulgo tenía más fuerza y, como todos la llamaban “La Pascualita” por su parecido a la dueña del local, fue ese el nombre que finalmente le quedó.

Si nos preguntamos ahora por qué La Pascualita impresionaba tanto que se convirtió en un icono de la época y se ganó el título de “la novia más bonita de Chihuahua”, la razón está en que era distinta a los demás maniquís de la época: tenía un mejor acabado en la cera, sus ojos eran de cristal, su pelo y sus pestañas eran implantes de verdadero pelo y pestañas, y su expresión, a diferencia de las de tantos maniquís de mirada inerte, era viva y reflejaba emociones, cual si estuviese dotada de humanidad…

Bien, hasta aquí simplemente La Pascualita llamaba la atención; pero, en algún momento de la década de los sesenta (no se sabe si antes o después de 1967), empezaron a surgir rumores de que la novia de cera estaba viva y era capaz de moverse de noche cuando no había nadie en el local, o sonreír a algunas personas. Particularmente, los rumores se hicieron más frecuentes cuando Pascualita Esparza Perales de Pérez falleció en 1967: entonces aparecieron personas diciendo que La Pascualita les seguía con la mirada, que su fantasma les seguía un tiempo si se quedaban viéndola fijamente, o que por breves segundos le aparecían venitas rojas en los ojos… Inclusive, se supo de algunas empleadas que trabajaban en La Popular que renunciaron a su puesto porque vieron llorar o moverse a La Pascualita, y de otras que se negaban a vestirla porque supuestamente le aparecían venas verdosas en las piernas, que posteriormente desaparecían al igual que las venitas rojas que más de uno vio en el blanco de sus ojos.

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Teorías sobre qué causó que La Pascualita cobrara vida

Estas teorías no son especulaciones hechas en el internet: son historias-explicaciones que surgieron en la tradición popular y aún perduran, y que deben su variedad al hecho de que la historia oficial (expuesta arriba) no da razones a los sucesos extraños y escalofriantes que convirtieron en leyenda al maniquí. Veamos ahora esas teorías tejidas por el pueblo chihuahuense a partir de los rumores, la imaginación y la especulación:leyendas urbanas - Página 19 MqFyrbi

pascualita_realEl espíritu de la dueña: Esta teoría fue la primera que surgió, y la que más sentido tiene desde un punto de vista cronológico, ya que los testimonios sobre sucesos paranormales (las cosas que dicen haber visto hacer a La Pascualita) se hicieron patentes en el año en que murió la dueña de la tienda y, puesto que no se sabe en qué momento de la década de los sesenta surgieron, puede pensarse que, o bien estaban ya antes de 1967 (año en que murió la dueña), o bien aparecieron en 1967. De ese modo, si fuese lo segundo, cabría pensar que se debió a lo que afirma esta teoría: a saber, que el espíritu de la dueña se metió en el maniquí, o que simplemente sigue penando en el local y a veces entra en el maniquí. El problema de esta teoría es que no da otra razón que la devoción que la dueña sentía por su maniquí, y el parecido que éste guardaba con ella.

La hija muerta el día de su boda: Esta teoría tiene dos versiones. La primera dice que, justo el día de su boda, la hija de Pascualita (la dueña, no el maniquí) murió por la picadura de un bicho (alacrán, araña venenosa, escorpión: el animal varía) que estaba oculto en su coronita de novia, y que todos la vieron caer muerta cerca del altar. La segunda versión, cuenta que la hija de Pascualita fue apuñalada por un pretendiente celoso, justo cuando estaba en el altar, a punto de casarse con un hombre al que, a despecho del pretendiente, amaba verdaderamente. En todo caso, en ambas versiones dicen que, tras perder a su hija, Pascualita la mandó a embalsamar y a recubrir de parafina y cera, vistiéndola siempre con vestidos nupciales, como para recordar que murió antes de casarse, tenerla siempre cerca y, a la vez, honrarla convirtiéndola en el emblema de su local de vestidos de novia: el problema fue que, sin saberlo, había aprisionado el alma de su hija en su cuerpo embalsamado… Esto del embalsamamiento resulta poco creíble, y en general la teoría no es muy aceptada, pues se sabe que la dueña, que se casó a los 17 años con Enrique Pérez Loera, tuvo solo un descendiente con su esposo, y que ese descendiente era un varón llamado Enrique; sin embargo, se rumorea que también tuvo una hija y que ésta murió ahogada a los cuatro años (esto también haría imposible la teoría), o bien que en realidad si tuvo una hija que creció y murió el día de la boda, aunque esto último casi nadie lo cree.

El chamán enamorado: Dicen que, durante la década de los sesenta, un poderosísimo chamán había llegado de visita a Chihuahua. Este chamán estaba paseando cuando de pronto se paró, anonadado al ver la belleza de La Pascualita. Sus suaves rasgos, sus ojos grandes y dulces, sus manos delicadas, todo en ella le hacía desear que estuviese viva y fuese suya… entonces: ¿por qué no usar sus poderes? Eso fue lo que supuestamente hizo con un ritual, a través del cual cobró vida el maniquí, y se convirtió en su amante, acompañándolo durante los dos meses que vivió en Chihuahua: siempre cada noche, a partir de las diez (hora en que ya estaba cerrado el local). Esta historia es aún más difícil de creer que la anterior, pero podría pensarse que efectivamente hubo un chamán en Chihuahua, y que éste salía con una chica muy parecida a la La Pascualita…

El taxista asesinado y la hija que se suicida: En esta versión, la hija de Pascualita se enamoró de un taxista pobre y su madre, que sentía repugnancia pensando en que ese hombre pudiese transformarse en su futuro yerno, terminó asesinándolo y, a causa de esto, su hija entró en desesperación y se suicidó, lanzándose por un barranco según una variante de esta versión que, así mismo, a veces se presenta con el detalle de que la hija de Pascualita ya se había casado con el taxista cuando éste fue asesinado por su madre. En todo caso, el alma de la hija de Pascualita, después del suicidio, se metió en el maniquí… Como puede verse, la teoría es muy ilógica porque resulta difícil de creer que la dueña de El Popular haya matado a un taxista sin que la Policía se entere y la mande a prisión, o que lo haya matado y haya podido sobornar a las autoridades al punto de que no se hiciera público el rumor de que era una asesina (rumor que, por cierto, jamás existió, salvo en esta versión que quizá nadie crea). Volviendo a la teoría, ésta viene junto al relato de que La Pascualita, a veces cuando ve un taxi, se monta (no como maniquí, sino como duplicado fantasmal del maniquí) en el taxi y desaparece…

La maldición: Aquí la explicación es que la hija de Pascualita era una muchacha mala de pésimo comportamiento, al punto de que fue castigada recibiendo (no se dice quién la envió) una maldición que la hizo fallecer; pero su madre, queriendo recordarla y preservar su gran belleza, la mandó a embalsamar y cubrir de cera…

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la_popularLos policías y el supuesto cuerpo embalsamado leyendas urbanas - Página 19 A1iwACf

En sus épocas de mayor fama, La Pascualita atrajo tanta gente que los curiosos, provenientes de otras ciudades del amplio México, llegaban en ciertas ocasiones a congestionar el tráfico de la Calle Libertad, forzando a que las autoridades prohibiesen transitar por allí a los coches. En este contexto, se cree que la dueña de El Popular llegó a recibir muchas llamadas telefónicas de personas enfadadas que la acusaban de violar la decencia moral, de transgredir las leyes de Dios al tener un cuerpo embalsamado y hacerlo pasar por maniquí… Inclusive, se cree que, a causa de estas sospechas, La Pascualita sufrió el daño de unas cuantas personas encolerizadas que, cuando nadie las veía, le clavaban las uñas en su piel de cera…

Supuestamente, todo esto causó que la dueña de El Popular hiciese público que La Pascualita era un maniquí; pero, pese a eso, se rumorea que cierto día llegó personal enviado por las autoridades, a fin de constatar si era cierta la acusación de que en El Popular tenían un cadáver en el escaparate: la versión más creíble dice que los inspectores determinaron que era un maniquí, pero otra versión dice que esos inspectores eran policías judiciales (lo cual ni afirma ni niega la primera versión), que cuando entraron les dijeron que volviesen después porque La Pascualita estaba siendo bañada, que entonces sospecharon e insistieron en verla, y que finalmente les mostraron al maniquí envuelto en bata y con toalla en el cabello, dejándoles únicamente revisarle el rostro por “respeto al pudor”, lo cual les hizo sospechar aún más a los policías, que misteriosamente nunca hicieron uso de su autoridad para disipar o confirmar sospechas viendo cómo era La Pascualita por debajo del cuello cuando no tenía su vestido de novia….

chonita_grandeLa leyenda vive hoy  leyendas urbanas - Página 19 VXVBq95

Actualmente muchos creen que podría haber algo sobrenatural en La Pascualita, y todavía hay bastantes personas que afirman haber vivido cosas extrañas. Una vivencia bastante frecuente es la de acercarse, asustarse al ver que el maniquí sonrío por unos segundos; y después, ya de noche, recordar lo sucedido con macabra exactitud, viendo claramente esa sonrisa que antes nos pareció ver de forma tan fugaz que no pudimos apreciar…

También hay historias puntuales que se conocen bastante, como la de cierta mujer que recibió un disparo en la calle estando delante de La Pascualita, a la cual suplicó que sobreviviese y posteriormente, a causa de la milagrosa intervención de la novia de cera, logró conservar su vida; o bueno, al menos la mujer cree que La Pascualita fue la causa de que sobreviviera, y por eso va a encenderle velas cada cierto tiempo, a modo de agradecimiento.

Incluso hay personas que contratan músicos para que le den serenatas a La Pascualita a fin de que no se sienta sola, si bien no se puede saber si lo hacen creyendo que La Pascualita realmente tiene vida propia o simplemente como burla…

Sea o no verdad la leyenda, es indudable que los propietarios de La Popular cuidan con esmero a La Pascualita porque saben que, conservar su belleza y fomentar su leyenda, es necesario para que ésta siga siendo un imán de dinero, ya que La Popular es todavía la tienda de vestidos de novia más visitada de Chihuahua, y siempre el vestido que lleva La Pascualita (a la cual cambian de ropa cada cierto tiempo) es el vestido que más compran, en parte porque, según creen muchas personas, comprar el vestido que está usando La Pascualita, equivale a adquirir un amuleto que traerá un matrimonio feliz y exitoso.
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Mensaje por anika Jue 09 Abr 2015, 17:47

El Cuadro del Niño Llorón
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   Un hombre compra un cuadro en el mercado negro, en el lienzo puede verse la imagen de un niño llorando desconsoladamente. Por la noche un llanto le despierta y al acercarse al cuadro puede observar como…

Héctor era un amante del arte y, aunque vivía en una situación realmente cómoda (económicamente hablando), sabía que sus recursos eran limitados y por ello no dudaba en recurrir al mercado negro cuando quería obtener una nueva pieza para su colección.

El tráfico de obras de arte de dudosa procedencia estaba en auge, pues durante y después de la Segunda Guerra Mundial muchos fueron los soldados y oficiales que saquearon museos o las mansiones de los más ricos, llevándose cuanto en ellas encontraban. No era por esto extraño que Héctor comprara verdaderas gangas y cuadros muy por debajo de su valor.

En algunos casos el mismo Héctor se encargaba de encontrar al comprador perfecto y revenderlos posteriormente, multiplicando el precio que había pagado, pero en otros quedaba prendado de la belleza de alguna obra y decidía quedársela él mismo o guardarla algo más de tiempo hasta que decidía si la vendería o serviría para ampliar su gran colección. Ese fue el caso de un cuadro que le dejó sin habla nada más verlo…

En el lienzo podía observarse el rostro de un niño llorando con una expresividad casi única, sin conocer su historia se podía intuir el gran sufrimiento que había padecido el pequeño, un llanto que el artista había captado con tal realismo que sólo mirarlo te imbuía en una gran tristeza.

Héctor estaba decidido, quería comprar esa obra, pero no podía demostrar mucho su interés si no quería que el precio se disparase.

– ¿Y éste cuánto cuesta? – preguntó Héctor.
– Ese es de los caros – le dijo el comerciante ilegal – pero como usted es buen cliente se lo dejo en 100 pesetas.
– ¿100 pesetas? – dijo Héctor con tono malumorado – Pero si a este pintor no lo conoce ni su madre.

En el lienzo podía leerse la firma de un tal Giovanni Bragolin, sin duda un desconocido, aunque eso no era un impedimento para Héctor, que sabía apreciar el arte y no dudaba en que esa obra la podía vender fácilmente al triple del precio que le había marcado.

– Te doy 50 pesetas, esa es mi última oferta y deja de tratarme como a un ignorante o no me volverás a ver el pelo nunca más.
– Disculpe, don Héctor – dijo el vendedor con tono sumiso –, se lo envuelvo ahora mismo.

Héctor se fue a su casa con el cuadro bajo el brazo, una tela vieja lo protegía de las miradas de curiosos y por algún extraño motivo sentía que debía ser así, como si se tratara de un niño real al que hubiese adoptado. Sus lágrimas lo habían conmovido tanto que sentía un profundo pesar cuando recordaba su obra recién adquirida.

Para el cuadro reservó un lugar especial en la habitación en la que dormía, no quería que quedase expuesto a las miradas de las visitas en el salón, al menos no hasta descubrir algo más de su procedencia y el autor. Apuntó en una hoja de papel el nombre del pintor: Giovanni Bragolin. Al día siguiente (y como había hecho en muchas otras ocasiones) acudiría a la biblioteca a buscar información, tal vez el lienzo era más caro de lo que él pensaba.

Al finalizar el día, Héctor se acercó de nuevo al cuadro del niño llorando, se quedó mirándolo durante varios minutos, observando con detalle su compungido gesto. Trató de imaginarse qué pudo causar las lágrimas del pequeño: el hambre, un castigo, malas calificaciones… No, sin duda había una historia mucho más dura detrás de las lágrimas, tal vez la muerte de un hermano o de sus padres. El llanto era desconsolado, pero a la vez mostraba una profunda tristeza y miedo a quedarse solo. Sí, eso debía ser, era algún huérfano de los miles que había dejado la guerra.

Héctor se acostó en la cama mirando hacia el niño, como si tuviera que protegerlo y velar por su descanso. Estaba agotado así que no tardó mucho en dormirse, pero esa noche no podría conciliar el sueño como él hubiese querido…

De madrugada un leve quejido le despertó, era indudablemente el llanto de un niño, la oscuridad no le permitía ver con claridad, pero sin duda el sonido provenía del cuadro. Se levantó y pudo ver como de los ojos del niño parecían brotar lágrimas reales que goteaban hasta el suelo y habían formado un pequeño charco. Impresionado, se quedó mirando fijamente a los ojos del pequeño cuando… ¡Sintió que se movían levemente para mirarle directamente!.

Se pegó tal susto que casi se cae de espaldas, pero por suerte la cama estaba cerca y pudo sentarse sobre ella, totalmente bloqueado por el miedo.

Los ojos del pequeño se clavaban sobre los suyos y su gesto triste tornó a uno enfurecido, sus ojos parecían arder y cambiaron su azulado color por un tono rojizo que parecía echar chispas, de repente el marco del cuadro comenzó a arder con unas llamas tan intensas que rápidamente envolvieron toda la habitación…

Héctor se despertó totalmente empapado en sudor, todo había sido una pesadilla, miró al cuadro y no percibió nada extraño, el niño seguía igual y no había ningún fuego a punto de devorarlo. Trató de conciliar nuevamente el sueño, pero le resultaba muy difícil, así que decidió levantarse para beber un poco de agua. Al pasar cerca del cuadro casi se cae al suelo cuando resbaló sobre un pequeño charco que había justo debajo y era idéntico al de su sueño.

Héctor, que nunca había sido muy asustadizo, trató de encontrar explicación: ¿una gotera?, ¿una tubería rota?, todo parecía imposible pues ni estaba lloviendo ni había ninguna bajante de agua en el cuarto. Descolgó el cuadro y lo dejó sobre una silla de la habitación para comprobar que no hubiera ninguna mancha de humedad detrás del lienzo: no había nada extraño. Intentó calmarse y no darle más importancia, pero esa noche no pudo volver a dormir y sin poder evitarlo seguía echando miradas furtivas al niño del cuadro que reposaba sobre la silla.

Al llegar la mañana desayunó, se aseó y decidió salir a buscar más información sobre el artista. Su búsqueda en la biblioteca no tuvo éxito, toda una mañana perdida entre libros. Pero había algo que no cuadraba, el estilo le resultaba familiar e incluso estaba seguro que había visto ese apellido en alguna otra parte. Así que decidió consultar a Ernesto, otro traficante de obras de arte como él, con el que había tenido más de una vez algún problema al tratar con los mismos clientes o pujar en alguna subasta por el mismo cuadro.

– Vaya, vaya, mira a quien tenemos aquí – dijo Ernesto –; si es mi gran amigo Héctor, supongo que ya no estás resentido porque la condesa no te comprara aquel horroroso retrato.
– Buenas tardes, Ernesto, digamos que la cosa quedaría en paz si me ayudas a encontrar algo de información sobre un artista – le dijo mientras le tendía el trozo de papel donde estaba apuntado el nombre del autor.
– Hombre, pero si es mi gran amigo Bragolin, por supuesto que puedo darte información, pero el tema es… ¿qué saco yo a cambio? – dijo devolviendo el papel a Héctor.
– Supongo que lo de que quedemos en paz no es suficiente, ¿no?.
– Hombre, yo estaba pensando en algo más como un 30% de la venta; si es el cuadro que pienso, hay un buen beneficio para ambos.
– Un 20% y es mi última oferta (esa frase parecía funcionarle siempre).
– De acuerdo, un 25% y dejamos “en paz” el tema de condesa, al fin y al cabo somos “colegas” en este negocio.

Héctor asintio y tomó asiento en un viejo sillón que Ernesto le indicó con la mano.

– Como habrás podido adivinar el nombre de Giovanni Bragolin no es más que un pseudónimo, el nombre real del artista es Bruno Amadio. Es un fascista detestable y sin escrúpulos del que se dice que tuvo que huir de Italia al acabar la guerra. Hace un par de años me crucé con él medio por casualidad en una taberna sevillana, estaba tan borracho que no paraba de decir estupideces sobre el Diablo y todo el dinero que iba a ganar. Lo cierto es que poco tiempo después el pseudónimo con el que firmaba sus obras se empezó a hacer muy popular y escuché que consiguió vender varias de sus obras a una duquesa. Pero el hombre estaba tan desquiciado que parece que no pudo disfrutar mucho de su fortuna, se mudó aquí a Madrid y desapareció.

Héctor, que se había mantenido callado escuchando con atención, le preguntó:

– No quisiera arriesgarme a vender una obra robada aquí en España, ¿no será el cuadro que compré uno de los de la duquesa?
– No, por eso no te preocupes, hasta donde sé ha pintado 27 retratos de niños llorando, pero nunca ha conseguido el mismo realismo que fue capaz de imprimirle al primero. Los 26 restantes son mas o menos conocidos y se pueden localizar con facilidad, incluso hay algunas falsificaciones circulando. Pero algo me dice que el que tienes tú es el primero, la cara con la que me escuchabas es la misma que puse yo cuando vi el cuadro aquella noche en Sevilla. ¿Es precioso verdad? Esos ojitos parecen estar llorando de verdad.
– Ni te lo imaginas, es tan bonito que cuesta desprenderse de él.
– Pues, amigo, te aseguro que cuando se lo llevemos a la duquesa vas a tener como poco más de 100.000 razones para querer venderlo.

Héctor y Ernesto se estrecharon la mano y quedaron en partir hacia Sevilla al día siguiente. Lo que había escuchado era mucho más de lo que jamás había podido imaginar, un auténtico dineral en la época y de paso se podría deshacer de ese cuadro que le provocaba escalofrios y ternura a partes iguales.

Tras tomarse una cerveza en el camino para celebrarlo y cenar algo en una tasca de mala muerte justo bajo su casa, Héctor subió a apartamento y entró en su dormitorio…

En el suelo estaba el cuadro que parecía haberse caído de la silla donde lo dejó por la mañana, lo volvió a subir a la silla, verificando que no se hubiera roto con el golpe, y se desvistió para ir a dormir. Mientras se quitaba la ropa escuchó nuevamente como el cuadro golpeaba el suelo, era como si tuviera vida y no quisiera estar relegado a un lugar tan ruín como una silla. Héctor no quería arriesgarse a romper una obra tan preciada, así que colgó el cuadro nuevamente en la pared donde lo había hecho la noche anterior. Pasados unos minutos, el cansancio de no haber pegado ojo la noche pasada le pasó factura y cayó en un profundo sueño.

Exactamente a la misma hora que la noche anterior un llanto le despertó, el hombre se levantó y, como la noche pasada, pudo verificar que las lágrimas del niño salían del cuadro y mojaban el suelo. El niño se giró y fijó sus ojos sobre los suyos, sólo que esta vez Héctor no reculó ni retiró la mirada. Se quedó buscando una explicación en el interior de los ojos del chiquillo. Sin saber muy bien cómo, pareció adentrarse en sus pensamientos y pudo ver lo que tanto temía…

Como si de un simple espectador se tratase, pudo ver la estampa de un orfanato italiano en la que se agolpaban decenas de niños que habían perdido a sus padres, entre todos ellos pudo distinguir al niño de su cuadro, llorando en una esquina de forma desconsolada. Un hombre vestido con el típico uniforme de las Camisas Negras (fascistas italianos) le retrataba sin dejar de insultarle y golpearle con sus duras botas militares cada vez que cesaba el llanto. Había algo malvado en aquel hombre pues, como si estuviera poseido, pintaba a una velocidad infernal y sonreía con una grotesca mueca de satisfacción cuando veía al pequeño llorar.

La siguiente imagen que le vino a la mente fue la del cuadro en uno de los pasillos del orfanato. Por alguna extraña razón el artista lo había dejado allí mismo tras concluir su obra. Cuando los niños estaban durmiendo el cuadro tomó vida como en su sueño, primero los ojos del niño se volvieron rojos y después una bocanada de llamas comenzó a brotar de los marcos del cuadro, misteriosamente sin dañar el lienzo que parecía no poder quemarse con las llamas.

El fuego rápidamente se propagó cerrando la única posible vía de escape de decenas de niños huérfanos que gritaban de dolor cuando las llamas comenzaron a quemar sus pequeños cuerpecitos. El niño del cuadro asistió muerto de miedo, desde una esquina de la habitación, a cómo el resto de sus compañeros ardían uno por uno, era como si el fuego se comportara de una forma inteligente y le dejara para el final disfrutando de sus lágrimas y del sufrimiento que sentía al ver morir a sus amiguitos. Hasta que finalmente el mismo niño ardió profiriendo horribles gritos de dolor que duraron más de dos minutos.

De nuevo la imagen cambió y pudo verse el orfanato devastado y derruido por las llamas, sobre los restos humeantes había un objeto que parecía no haber sufrido las inclemencias de las altas temperaturas, un lienzo parcialmente enrollado en el que podía verse el rostro lloroso del niño que había muerto esa misma noche junto a sus 26 compañeros. El hombre vestido con el uniforme fascista caminó sobre las ascuas del orfanato como si el calor no le afectara y recogió su obra. Al extenderla, la miró fijamente a los ojos y éstos se volvieron rojos y una voz de ultratumba le dijo:

– Con esto se completa nuestro pacto, nunca más sufrirás por dinero o tendrás necesidad, disfruta de tu vida terrenal, pues yo te estaré esperando en la otra vida.

Héctor veía todo como un simple espectador hasta el momento que escuchó al mismo Diablo proferir aquellas palabras, en ese momento dio un paso atrás y pudo ver como el niño del cuadro le miraba fijamente con los ojos rojos y su boca comenzaba a moverse:

– Tú me has llamado, ¿qué es lo que deseas?, ¿dinero?, ¿mujeres?. Todo lo que quieras yo te lo daré.

Héctor saltó hacia atrás sobre la cama con la mala fortuna de que se golpeó en la cabeza al rodar sobre ésta: el golpe pareció despertarle de su pesadilla, ya que al mirar nuevamente al cuadro, éste mostraba su aspecto normal, el de un niño llorando desconsoladamente.

Pero sabía que no había sido un sueño, un pequeño charco bajo el cuadro delataba que lo que había visto y vivido era real… Sin importarle el dinero que supuestamente iba a recibir por el cuadro, fue corriendo a la cocina, sacó un cuchillo de un cajón y se dirigió corriendo con la intención de desgarrar el cuadro y acabar de una vez con la maldición. Pero al entrar en la habitación la puerta se cerró de un fuerte golpe detrás de él y el cuadro nuevamente mostró su lado más diabólico cuando el niño, con los ojos rojos, se giró a mirarle. Una vez más las llamas comenzaron a quemar todo a su alrededor y Héctor no pudo más que sufrir una de las muertes más atroces posibles mientras el fuego parecía deleitarse con su sufrimiento, quemándole léntamente hasta dejarle totalmente carbonizado.

Misteriosamente ninguna otra parte del edificio ardió y los vecinos no escucharon los alaridos de dolor de Héctor, por lo que a la mañana siguiente, cuando Ernesto pasó por el apartamento de Héctor para emprender juntos su viaje a Sevilla, encontró la puerta abierta y temiendo lo peor entró en el cuarto de su “colega” de profesión, donde encontró todo carbonizado… salvo el lienzo del niño llorando sobre el cuerpo abrasado de Héctor.

Ernesto nunca había sido un hombre con escrúpulos y no iba a empezar a serlo esa mañana, así que tomó el cuadro y salió corriendo del lugar antes de que la policía o algún vecino pudiesen descubrir el destino de Héctor. Debía darse prisa para llegar a Sevilla y poder vender ese cuadro… o tal vez no, pensó mientras lo miraba sentado en uno de los asientos del tren.

Al fin y al cabo era tan bonito y… ¡Tenía que protegerlo!
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Mensaje por anika Miér 15 Abr 2015, 15:27

Lentillas que te Dejan Ciego
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lentillas

   Una chica enamorada se gasta todo su presupuesto en tratamientos de belleza para llamar la atención de un chico. Con el poco dinero que le queda compra unas lentes de contacto de mala calidad que acabarán dejándola ciega…


Elena estaba pilladísima de un chico de su universidad desde que comenzó el curso. No podía disimularlo e incluso sus compañeras de clase bromeaban con el tema. Sin embargo no se atrevía a dar ningún paso, en primer lugar porque sabía que Arturo (así se llamaba el chico) tenía novia y en segundo porque su timidez la bloqueaba y la hacía parecer idiota cuando trataba de hablar con él.

El chico por supuesto ya estaba informado y la mantenía “en reserva” por si algún día rompía con la novia. Por lo que la pobre Elena notaba como él también coqueteaba y le daba esperanzas pero sin concretar nada y la mantenía en un estado de embelesamiento que le impedía mirar a otros compañeros que estaban loquitos por ella. Y es que Elena era una de las chicas más guapas del campus y además sabía sacarse partido como nadie con ropa muy ajustada y un impecable maquillaje con el que acudía a clase incluso los días más calurosos.

Un día pareció que la suerte de Elena iba a cambiar cuando se enteró que Arturo había roto con la novia, al parecer por un tema de celos (por supuesto infundados porque Arturo nunca le había sido infiel a la insoportable de su ex novia, pensó ella). Elena sin querer dibujó una sonrisa en su cara al enterarse, ya que la noticia corrió como la pólvora y todas sus amigas que sabían que estaba loquita por él fueron desfilando para darle la “buena noticia”.

Pero lo que más le sorprendió a Elena fue que casi al finalizar las clases fue el propio Arturo quien se acercó a hablar con ella y la invitó a una fiesta/barbacoa en la casa de campo que tenían sus padres en la sierra. Elena casi se desmaya de la emoción y por supuesto aceptó la oferta de la fiesta, a la que estaban invitadas un par de amigas suyas más.

Elena no paraba de darle vueltas al asunto y trataba de planificar cómo podría acercarse a su amado sin resultar demasiado evidente o parecer fácil. Tenía sólo tres días para estar lo más guapa posible ese día e incluso se estableció un calendario de tareas que debía hacer antes de ir a la fiesta, como hacerse la manicura y pedicura, ir a la peluquería e incluso hacerse un tratamiento exfoliante en la cara para eliminar puntos negros y limpiar la cara de piel seca.

Los días previos no había otra cosa en mente de la chica que la fiesta y dedicó dos tardes a ir de compras para encontrar el bikini perfecto y algo de ropa que pareciera informal pero la hiciera sentirse más guapa. Incluso fue a varias ópticas para buscar unas lentillas de colores que pudieran resaltar sus ojos pero que no resultaran demasiado falsas. Pero su presupuesto prácticamente se había agotado con tanto tratamiento y tardes de compras, así que las pocas lentillas que encontró que se ajustaban a sus gustos eran demasido caras y no podía permitírselas.

Angustiada porque quería que todo fuera perfecto, recurrió a internet buscando alguna tienda cercana en la que pudiera comprar las lentillas con el dinero que le quedaba. A los pocos minutos encontró una importadora china que parecía tener el más amplio surtido de lentillas de colores con una gama de tonalidades enorme y unos precios de risa (o al menos eso rezaba el slogan).

Salió corriendo para llegar antes de que cerraran el negocio y lo hizo casi cuando echaban el cierre. Por suerte ya iba preparada incluso con el código del producto y los dueños del local la atendieron rápidamente. La caja y la calidad de las lentillas parecía que dejaban mucho que desear, pero Elena sabía que por el precio que tenían no podía aspirar a mucho más. Además sólo las necesitaba para esa tarde, más adelante podría comprarse otras más caras en la óptica. Ella necesitaba estar guapa a toda costa y sentirse molesta unas cuantas horas no era un problema.

Llegado el día de la barbacoa el aspecto de Elena era simplemente espectacular, sus compañeros de clase se giraban a mirarla sorprendidos, sin duda la inversión que había hecho en ponerse guapa estaba dando sus frutos porque incluso sorprendió a Arturo mirándola con cara de idiota en un par de ocasiones. Toda la mañana tuvo que despachar a los otros chicos que había en la fiesta y que no paraban de acercarse a hablar con ella, no quería que Arturo la viera hablando con otros y declinaba sus ofertas lo más amablemente que podía, aunque eso sí, de una forma tajante para que no se volvieran a acercar.

Comenzó la barbacoa y entre el humo inicial y el calor que hacía al mediodía, todos los jóvenes estaban empapados en sudor y decidieron darse un chapuzón en la piscina. Elena por supuesto no estaba dispuesta a mojarse y su biquini era más una prenda para no desentonar con los demás que para bañarse. Había invertido demasiado dinero en peluquería y maquillaje como para estropear su inmaculado aspecto divirtiéndose con el resto.

Arturo como buen anfitrión seguía avivando el fuego de la barbacoa y Elena vio el momento perfecto para acercarse a hablar con él, ya que todos los demás invitados jugaban en la piscina.

- Hola, Arturo, gracias por la invitación, la fiesta está genial.
– Guau, Elena, estás tan guapa que cuando entraste por la puerta casi no te reconozco.

Elena sonrió y entre los dos comenzó una conversación en la que cada vez estaban más cerca. Cuando llevaban más de quince minutos hablando, el fuego de la barbacoa (que estaba casi desatendida por Arturo) era tan fuerte que el calor era insoportable, pero ninguno de los dos parecía dispuesto a romper ese mágico momento que sin duda era el preludio de su primer beso.

Pero algo inesperado sucedió, cuando Arturo se estaba envalentonando y había posado su mano sobre la cadera de Elena y se acercaba a besarla, la ex novia del chico apareció en escena dando gritos.

- ¡Lo sabía! ¡Estabas esperando que me diera la vuelta para acostarte con cualquiera! ¡Eres igual que todos!.

Arturo se quedó paralizado por un momento, como si tuviera que darle explicaciones a su ex novia por su comportamiento, pero en ese momento recordó que lo habían dejado bien claro, su relación estaba rota y él era libre. Caminó hasta ella y la llevó a un rincón del jardín donde comenzó a hablar con ella tratando de calmarla y que dejara de montar un espectáculo.

Elena se quedó clavada en el sitio sin saber qué hacer y sin poder retirar la mirada de su enamorado, que discutía acaloradamente al otro lado de la barbacoa. Hacía mucho calor y le escocían mucho los ojos, pero estaba tan bloqueada y dolida por la situación que todo le daba igual y aguantó estoicamente varios minutos en el sitio hasta que sucedió algo que no podía esperarse…

De repente Arturo se inclinó y besó apasionadamente a su ex novia. Parecía que todo su esfuerzo y el mágico momento que había vivido con él hacía unos minutos se habían esfumado. Sin poder contenerlas, un par de lágrimas comenzarón a brotar de sus enrojecidos y resecos ojos. En ese momento sintió un dolor tan fuerte que se tuvo que llevar las manos a la cara. Era como si sus lágrimas fueran ácido, le quemaban los ojos y comenzó a gritar como loca.

Sus compañeros no sabían cómo reaccionar y la rodearon para ayudarla, pero ella no paraba de gritar de dolor y retorcese en el suelo. Al parecer las lentillas de mala calidad que había comprado a los chinos se habían derretido por el calor intenso de la barbacoa; y sus lágrimas, al entrar en contacto con el plástico, poco menos se convirtieron en vapor y acabaron de ablandarlas.

Sus amigas trataron de calmarla echándole en los ojos un poco de agua fría, pero parece que eso no hizo más que empeorar la situación, porque las lentillas, al enfriarse tan rápidamente, se quedaron totalmente pegadas a sus córneas. Arturo y otros amigos la llevaron al hospital más cercano en menos de media hora, pero tras varias operaciones a lo largo de interminables semanas, Elena sufrió la desgracia de perder la visión en ambos ojos. Fue imposible despegarle el plástico derretido de sus ojos sin causarle daños irreparables.

   NOTA: Esta es una dramatización de una leyenda urbana que circuló recientemente en internet. En la versión original (disimulada con formato de noticia) se habla de que una chica perdió la vista tras mirar prolongadamente las ascuas de una barbacoa que acabaron derritiendo sus lentillas. En realidad aunque es posible que las lentes de contacto se derritan al exponerse a temperaturas muy elevadas (por encima de los 90º centígrados y durante más de diez minutos) es realmente improbable que esto ocurra porque normalmente el dolor que causaría en los ojos obligaría a la persona a apartarse. Realmente el daño sería casi el mismo con lentillas que sin ellas ya que el humor vítreo que hay en el globo ocular está compuesto en un 99% de agua y un calor tan intenso poco menos que haría “bullir” el ojo desde su interior.
leyendas urbanas - Página 19 BxCHc4n
   FOTOS QUE CIRCULAN EN INTERNET DE LA CHICA QUE QUEDÓ CIEGA:
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