La leyenda del Ojo de Ra
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La leyenda del Ojo de Ra
Sucedió en el principio de los tiempos. Después de la creación de los Dioses, y de los bocetos imperfectos surgidos de las lágrimas de Ra llamados hombres. En una época en que los dioses y los humanos se movían juntos por el mundo. Una era, de la cual solo queda ese recuerdo en forma de mito. Encontrándolo por escrito en ‘El Libro de la Vaca Divina’ o ‘Libro de la Vaca Celeste’ hallándose representado, total o parcialmente, en el primer féretro de Tutankhamón y en los muros de las tumbas de Sethy I, Ramses II, Ramses III y Ramses VI.[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
En ese periodo su Majestad, Ra, venido a la existencia por si mismo, había ya establecido su poder sobre los dioses y los hombres. Durante eternidades la tierra y el cosmos se habían mantenido en equilibrio. Las guerras de Horus y Seth, que habían desestabilizado al país de Khem durante años, ya habían finalizado. El Demiurgo había envejecido, desde la ingestión del falo de Osiris no había vuelto a ser el mismo. Sus huesos eran de plata, su carne de oro y su cabello de lapislázuli. La humanidad, conociendo ya el cultivo de la tierra y habiendo aprendido el arte de la momificación y los conjuros para penetrar con seguridad en el reino de Osiris, había dejado atrás la barbarie. La seguridad y la paz se extendían por el país de Khem. Pero está en la naturaleza humana el ser avaricioso y desagradecido. El Todopoderoso, ajeno a aquellos humanos, mimados por los dioses, no acostumbraba a desviar su vista hacia ellos, ignorante, de que a medida que acumulaban poder iban deseando más y más hasta el punto de llegar a conspirar, nada más y nada menos que para derrocar a los dioses. ¡Bastante trabajo tenía ya, que estarlos vigilando!
Resurgió ese día del útero de Nut como cada amanecer. El Dios Thot, en su forma del babuino blanco Hedyur saludó con adoración el paso de la barca. Los jóvenes hijos de Horus estaban sosegados en ese momento, evitando que la barca se meciese entre los vientos. La quietud del instante hizo que el viejo Dios se asomase por la borda con un bostezo contemplando la tierra.
En ese periodo su Majestad, Ra, venido a la existencia por si mismo, había ya establecido su poder sobre los dioses y los hombres. Durante eternidades la tierra y el cosmos se habían mantenido en equilibrio. Las guerras de Horus y Seth, que habían desestabilizado al país de Khem durante años, ya habían finalizado. El Demiurgo había envejecido, desde la ingestión del falo de Osiris no había vuelto a ser el mismo. Sus huesos eran de plata, su carne de oro y su cabello de lapislázuli. La humanidad, conociendo ya el cultivo de la tierra y habiendo aprendido el arte de la momificación y los conjuros para penetrar con seguridad en el reino de Osiris, había dejado atrás la barbarie. La seguridad y la paz se extendían por el país de Khem. Pero está en la naturaleza humana el ser avaricioso y desagradecido. El Todopoderoso, ajeno a aquellos humanos, mimados por los dioses, no acostumbraba a desviar su vista hacia ellos, ignorante, de que a medida que acumulaban poder iban deseando más y más hasta el punto de llegar a conspirar, nada más y nada menos que para derrocar a los dioses. ¡Bastante trabajo tenía ya, que estarlos vigilando!
Resurgió ese día del útero de Nut como cada amanecer. El Dios Thot, en su forma del babuino blanco Hedyur saludó con adoración el paso de la barca. Los jóvenes hijos de Horus estaban sosegados en ese momento, evitando que la barca se meciese entre los vientos. La quietud del instante hizo que el viejo Dios se asomase por la borda con un bostezo contemplando la tierra.
El Avi65- El astrologo de la pirámide
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